domingo, 27 de marzo de 2016

En respuesta a esas interrogantes que alguna vez Alejandro Jodorowsky formuló: 

A. ¿Quién soy? 
R.    Un ser hecho de materia e imaginación.

B. ¿Qué quiero ser?
R.  Un intérprete de los silogismos de la vida.

C. ¿Qué quiero hacer?
R.  Encontrar métodos para sobrevivir a las obsesiones y ansiedades que ocasiona el mundo. 

D. ¿Dónde quiero vivir?
R.  En el silencio de mi consciencia. 

E. ¿Qué tengo?
R. Ideas que plasmar. 

F. ¿Qué quiero tener?
R. Ideales firmes para asumir consecuencias.

G. ¿ A quienes amo?
R. A los que me esperan. 

H. ¿ A quienes admiro?
R. A los que saben apreciar los días nublados.

I. ¿Cuántos años quiero vivir?
R. Los que me permita la memoria. 
El sol es pardo y sus proyecciones se desgastan sobre los tejidos de piel de los presentes. Rumores de verano acarician los rostros transformando las inflexiones ocasionadas por el tedio de la semana. Tamara Montenegro, con método transmite sonidos melancólicos y sensuales. Los oyentes comulgan del ritual musical que sucede ante ellos. Sus cuerpos acribillados por la herencia de historias de sangre y revolución, crean resistencia ante las manifestaciones oníricas de sonido. Entre los cuerpos hieráticos: alguien, mueve la cabeza al ritmo del kick que surge en el metrónomo imaginario cada cuatro cuartos, entonces, la euforia lo hace abandonar la postura y se convierte en un creador de geometrías corporales. Evoca a la libertad corporal para domesticar sus ansiedades y obsesiones. La audiencia lo observa con desdén y  morbosidad, mientras las líneas de luz que provoca el sol se oxidan dentro de mis retinas.