Es jueves por la mañana. Una sangrienta luz inquieta al amanecer. Desde el
reflejo que señala una ventana se contempla la resurrección de esta negra
ciudad. Las calles son cifras vacías. El frío herida que dilata con
remordimiento. La culpa un rostro inútil. La plaza un cementerio de recuerdos.
Mis ojos cual pescadores atrapan a la bandera mientras se quiebra en la nada. Realizo el resumen
de mi vida cuando pierdo aliento en cualquier parte. Recuerdo que: me echaron
del trabajo y que Marta al suelo escupió nuestro idilio para irse con otro cerote.
Adentro mi mano en las bolsas del pantalón y no encuentro nada. Avidoso registro
nuevamente y toco mi billetera, la abro y lo único que veo es el número de la puta del
prostíbulo donde me emborrache la noche anterior. Perdí mi celular. Un opaco
sonido muerde mis pensamientos. Las campanas de la catedral suenan. Y no sé a
dónde ir...
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