No puedo definir con etimologías ni conceptos a los
torrentes que desembocan en la terraza del presente. Siempre ha sido para mí, una
dificultad eso de encontrar términos que identifiquen a las circunstancias que
carecen de sentido. Mis teorías sobre la constitución de los días son hipótesis obsoletas que, luego, se desgastan en
la garganta del futuro. El futuro al igual que nosotros también tiene una
garganta: lugar donde se procrean las articulaciones que fundan al habla: arrollo de sonidos que desarrollan a través de la evolución física del ser humano. El futuro posee una sabiduría maldita por
cumplir con una cantidad enumerativa de aciertos. Los cuales durante el presente fueron mencionados pero por la presencia inadvertida
del pasado fueron olvidados. El futuro es peón de la muerte. Siniestro. Volátil.
Efímero. Macabro. Esotérico…
Esto lo pensaba Rómulo mientras observaba nubes
sin forma desde la ventana de un olvidado edificio del centro. Rodeado por paredes agrietadas de suciedad. Rómulo
a través de sus pensamientos se transformaba en fluido que se adhiere a la
travesía del ruido que camina desde afuera. Donde no existen flujos de esperanza. Solo
una ciudad arrugada de rabia por nacer y morir en el infierno del ayer.
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