miércoles, 12 de junio de 2013

Rómulo

No puedo definir con etimologías ni conceptos a los torrentes que desembocan en la terraza del presente. Siempre ha sido para mí, una dificultad eso de encontrar términos que identifiquen a las circunstancias que carecen de sentido. Mis teorías sobre la constitución de los días son hipótesis obsoletas que, luego, se desgastan en la garganta del futuro. El futuro al igual que nosotros también tiene una garganta: lugar donde se procrean las articulaciones que fundan al habla: arrollo de sonidos que desarrollan a través de la evolución física del ser humano. El futuro posee una sabiduría maldita por cumplir con una cantidad enumerativa de aciertos. Los cuales durante el presente fueron mencionados pero por la presencia inadvertida del pasado fueron olvidados. El futuro es peón de la muerte. Siniestro. Volátil. Efímero. Macabro. Esotérico…


Esto lo pensaba Rómulo mientras observaba nubes sin forma desde la ventana de un olvidado edificio del centro. Rodeado por paredes agrietadas de suciedad. Rómulo a través de sus pensamientos se transformaba en fluido que se adhiere a la travesía del ruido que camina desde afuera. Donde no existen flujos de esperanza. Solo una ciudad arrugada de rabia por nacer y morir en el infierno del ayer.

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